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La falta de especialización como causa del aumento del paro

No voy a decir que la falta de especialización es el motivo principal del aumento del paro, pero sin duda alguna es un factor muy a tener en cuenta a la hora de entender mejor el deterioro del mercado laboral.


Los orígenes de la falta de especialización


En los inicios de la “España emergente” tras años de decadencia, las empresas utilizaron un sistema contractual basado en la temporalidad, de modo que podían disponer de personal por tiempo limitado y adecuarlos a la productividad existente. Este método pudo ser rentable en aquellos tiempos iniciales, sin embargo las empresas prosiguieron con dicho sistema basado en la temporalidad y la falta de formación cuando ya no era necesario.


De este modo, resulta obvio que una empresa que maneja contratos temporales no tiene necesidad de formar a su trabajador puesto que a su finalización de contrato va a proceder a su reciclaje por otro nuevo trabajador, como si de un toner de impresora se tratara.


La falta de especialización repercute a largo plazo en la rentabilidad de la empresa, es decir, que aunque la empresa tenga unos menores costes al usar contratos temporales, es a lo largo de toda la actividad empresarial cuando se refleja una pérdida de productividad.


Podemos ver casos prácticos sobre esta idea, por ejemplo en una tienda en un centro comercial. El otro día me encontraba en un tienda de ropa eligiendo una chaqueta. Entre los clientes se encontraban las chicas-dependientas que su dedicación era mantener la ropa en orden y perféctamente plegada.


Y ese parece ser su único y exclusivo cometido en la tienda. Me acerqué a una de las chicas que andaba acomodando ropa y le pregunté si existía una talla inferior de la chaqueta que le estaba mostrando. En ese momento me miró como si mi intrusión hubiera ocasionado un agravio a su actividad laboral puesto que con mala cara y con dejadez, me informó que acudía al almacén para ver otras tallas. Tras unos pocos minutos de espera, la chica me confirmó que no quedaban otras talla, le agradecí su atención y ella prosiguió como buena hormiguita diligente a ordenar las ropas.


Si esta chica-dependienta (perdón si le he atribuido ese nombre, pues desconozco la terminología laboral para el tipo de trabajo que desarrolla) estuviera especializada en su trabajo, sin duda alguna mostraría una mejor disponibilidad u ofrecimiento para que el cliente sintiera, como mínimo, que se le está prestando la atención que se merece.


En este caso, y de manera generalizada, vemos que al cliente no se le presta la más mínima atención. Los trabajadores se limitan exáctamente a hacer su trabajo, y su trabajo es exáctamente dedicarse a ordenar ropa o cobrar en caja, nada más.


Quien haya vivido o estado en los Estados Unidos puede entender mejor este análisis, en donde podemos ver que los dependientes se desviven por dar un buen servicio al cliente, no haya malas caras, y si las hubiera, rápidamente serían amonestados por los encargados o superiores.


No se trata de otra cultura, sino del concepto de especialización. Algo que ha de comenzar a valorarse si se quiere mejorar en productividad y calidad.